La máquina perfecta

Me dijo mi psicóloga una vez que aprender a asumir las frustraciones es el paso más importante a la madurez. ¿Qué cosa más difícil, tal como está el mundo? Si hay algo que no te complace, tan simple: ¡Cámbialo por otro!
Yo que soy una masoca, terca de cuidao, decidí que aprendería a asumir y afrontar las frustraciones, elegí el camino con dificultades, ya que como decía el amigo Einstein, “estar loco es hacer siempre las mismas cosas esperando resultados diferentes” ( y yo pasé mucho tiempo a lo Homer Simpson, dándome de cabezazos contra una misma pared y cada vez soltando un “Ouch!”)
El camino ha resultado ser como un video juego, cada vez encuentro más obstáculos en él, mas a cada nivel, aparezco fortalecida. Se me hace muy duro mirar a mi alrededor y ver a otras mujeres, tantas y tan perdidas en el camino, cuando les hablo no pueden procesar lo que les digo, no es culpa suya: Cosmopolitan, Telva y La revista de Ana Rosa, Los maniquíes de Zara y la publicidad de SpecialK, se lo impiden. Son un ejército de dimensiones titánicas, están en todas partes y su labor aleccionadora empieza en los colegíos, en casa (victimas adoctrinando a sus sucesoras) con un slogan subliminal, pegadizo y cruel: Odia tu cuerpo.
Y aprender a aceptar la frustración empieza por aprender a aceptarnos, primero a nosotras tal cual como hemos venido a este mundo, aceptar nuestro maravilloso cuerpo tal cual es y dejar la tontería de querer ser todas como Paris Hilton. ¡Por Thor! ¿Qué le pasa por la cabeza a alguien que quiere ser igual a una idiota redomada? La belleza de la juventud está condenada a la transformación. Dependen de nuestra madurez los resultados.
No quiero vivir en un mundo donde existe tal indolencia con el peso terrible que supone el no alcanzar el nivel de la estética impuesta (no he dicho en ningún momento estar fuera, ni libre de esta guerra, estoy en la batalla) Leí en un libro de Bruno Munari un proverbio japonés: “es bello si es correcto” y el cuerpo, es la máquina más perfecta, compleja y funcional que conocemos, y un botón: ¡podemos sacar más cuerpos de ella! Entonces mis preguntas vienen aquí:
¿A que viene toda esta imposición absurda?
¿Quién o que saca algún beneficio de este maltrato?
No paro de pensar, cual fue el momento en el que perdimos tanto el rumbo como especie: rompemos la tierra que nos acoge y nos alimenta, nos rompemos los unos a los otros y para colmo y como si esto fuese moco de pavo ahora procuramos también autodestruirnos.
Como decía Winston: una revolución de sólo uno, no es estar loco” (1984, Orwell)

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